Todos le animaron a salir para probarla pero Sara se dio cuenta que le faltaba algo muy importante, no tenía casco, ni luces, ni kit para reparar un pinchazo… y así no se sentía segura. Sus padres siempre le habían inculcado ser responsable y al igual que le habían hablado de los peligros del alcohol, de internet, de hablar con desconocidos. Y por supuesto a como desenvolverse en la ciudad, siempre le habían enseñado a ponerse el cinturón cuando iba en el coche, a mirar antes de cruzar por un paso de peatones… saber convivir e interaccionar en la ciudad era muy importante para evitar accidentes.
Sus padres no dijeron nada, porque siempre habían educado a Sara para que fuera una persona que tomara sus propias decisiones en base a la información que tenía y así lo hacía ella. No podían comprarle más cosas al menos por ahora, la bici había supuesto un gran esfuerzo a pesar de contar con la ayuda de todos. Su abuelo le contó que, cuando era joven, él iba a buscar al pueblo de al lado a su abuela en bici y sin cascos y esas tonterías de ahora…
Durante los días siguientes sus amigos iban a buscar a Sara a casa para que fueran todos juntos a recorrer el pueblo con sus bicis. Pero Sara siempre respondía lo mismo: que sin casco y sin luces no quería ir pero que podían hacer otros planes.
Sus amigos preferían ir en bici y no entendían que el casco fuera algo tan vital. Veían a Sara como una egoísta porque por fin tenía bici y no la quería usar y no quería que la usaran los demás. Habían esperado mucho a que todos tuvieran bici, así que ahora no se iban a quedar sin hacer planes, por lo que Sara se quedaba en casa sin salir.
Sara no se enfadaba, era su decisión y cuando tuviera casco, disfrutaría de las rutas que hacían sus amigos ahora. Pero se sentía sola y triste.
Así pasaban los días y Sara solo veía a sus amigos en el cole y como contaban anécdotas en las que ella no estaba, pues se quedaba un poco aislada.